Autor/a: Andrés Varela Miranda

La población del pueblo entero se reunió en la gran explanada ante la pirámide, sede del gobierno. Los pajarillos huyeron de la turba, que exclamaba con una monotonía aterradora “uh…uh…uh”. Uno de entre ellos se gira hacia el de al lado y le dice “¿Uh?”, a lo cual el otro contesta “Uh…”.

De repente, allí arriba en la cima de la pirámide, una mujer con una túnica amarilla hace aparición sosteniendo lo que parece ser un tarro bastante grande en cuyo interior flota un pedazo de carne.

La audiencia empieza a repetir “uh” cada vez más rápida y frenéticamente hasta que, al observar cómo la mujer levanta el tarro en alto, suelta un gran “¡UH!”.

Tras ella, invisible hasta ahora, viene un niño endeble arrastrando un saco de tela enorme. La mujer se hace a un lado y posa el tarro cediéndole todo el protagonismo al niño, que saluda y luego se mete dentro del saco. Dos minutos más tarde vuelve a salir con una pelotita. Ahora se hace un silencio sepulcral y todos fijan la mirada en el chaval. Un hombre calvo aparece empujando un enorme encerado con ruedecillas y lo expone ante todo el mundo.

El niño, por su parte, alarga la mano y ofrece al calvo la pelotita. Sostiene el último la pelotilla entre el índice y el pulgar al tiempo que cierra los ojos con fuerza  y empieza a ejercer presión sobre la esfera hasta que revienta dibujando algo parecido a “^+!?___-`,racaille–`+++” en el encerado. Todas las cabezas presentes en la plaza miran hacia abajo para comprobar lo que las manos asociadas sostienen en un papelito.

Algunos, una vez terminado de ver los propios, pispan lo que tiene los más próximos buscando al afortunado.

Desde lo alto de la construcción es perfectamente perceptible como se ha aislado a un individuo que reacciona cerrando la mano en un puño. Se le deja espacio para que llegue a la escalinata y comienza a subir.

En lo alto le espera el trío anteriormente citado. El premiado se sienta en un taburete mientras el niño le coloca un babero. El calvo comprueba el boleto y da el visto bueno. La mujer acerca el tarro y abre la tapa. Luego hace la señal de un ocho sobre la apertura y le pasa el tarro al hombre que está sentado. Éste toma el frasco sonriente y empieza a beber ávidamente. El pedazo de carne parece resistirse pero termina introduciéndose en la boca del bebedor. Hace el frasco a un lado chorreando líquido por la boca y sacude la cabeza varias veces. Luego se levanta y se acerca al borde de la plataforma que le permite una panorámica de los alrededores. Abre la boca, orgulloso, y dice:

-Buenas tardes, queridos conciudadanos. Es una responsabilidad enorme la que hoy ha sido investida en mí y soy consciente de la ardua tarea que tenemos por delante. Seré vuestro guía y compañero, vuestro confidente y maestro. Tras haber sufrido un largo gobierno de arriba os propongo un radical giro organizativo e implantar una política de abajo. Ya no comeréis rancho sino rico caldo de berzas. Ya no más tarta de queso, sino arroz con leche. ¡Ya está bien de pasos de cebra blancos, serán naranjas! ¿Qué es eso de ir el Jueves a la reunión semanal obligatoria? ¡Vayamos el Martes! Ya no más perros, estoy hasta las narices de los perros, queremos gatos, gatos solo.

La multitud vitorea de una manera que ya habrás adivinado. El nuevo líder se relame los labios y sonríe satisfecho.

-Y…chicas, pasaros cuando queráis.

Se quita el babero y ase un cetro que le han facilitado coronado por una talla de camaleón. Comienza a bajar las escaleras majestuosamente hasta la explanada para darse un baño de masas. Varias decenas de personas le besan las manos y los pies. Él les lame la cabeza mostrando magnanimidad. Cuando ve al líder anterior consolado por su familia, le saca traviesamente la lengua y se vuelve hacia la pirámide. Ha comenzado una nueva era, se dice satisfecho de sí mismo.

 

A.V.M.