La mano que le tiende Cecilia es dura y fría. Al extender la suya, Cassandra se avergüenza de sus uñas mordidas.
— Enseguida estoy contigo —murmura—. Siéntate, si quieres. Cecilia se ajusta el faldón de la chaqueta antes de mirar la mesa baja y los cojines que le señala Cassandra. Echa un vistazo rápido a la indumentaria de la chica: calzado deportivo, vaqueros, blusa remangada hasta el codo. — Prefiero que me trate de usted —declara finalmente …(Continuar)
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