Autor/a: Yessika Rengifo

Cuando éramos estudiantes de colegio, Mariana  prometió que estaría conmigo siempre. Cumplió su promesa por 15 años, pero tan pronto la ascendieron en su trabajo, la quebrantó. En un principio, intenté entenderla.  Pero, que iluso fui, mi Mariana se estaba yendo.  Los viernes dejaron de ser nuestros días especiales, y  hacer el amor se esfumó.  Para todo, mi amada Mariana tenía una excusa.  Y yo jugaba a creerle, porque la amaba como el primer día.

Esa tarde, seguí el consejo de mi buen amigo Leonel.  Compre los girasoles que tanto le gustaban a Mariana, hice una reserva en su restaurante favorito, y fui a recogerla a su trabajo. Esta última acción fui mi desgracia, y al llegar aquel lugar,  Vi Mariana salir del edificio ostentoso en el que trabajaba, de la mano del panzón de su jefe Nicolás.  Sentí tanta furia, pero me contuve. Quería saber, hasta donde llegaría el cinismo de Mariana.  Ingresaron al hotel, que quedaba a media cuadra de su trabajo, y en ese ingreso mi corazón sangraba.  Ahí estuvieron dos horas, y conmigo no aguantaba ni una.

Con el corazón destrozado, marché de aquel lugar. Al llegar a casa, llore tanto,  que cuando oí sus pasos, mis lágrimas se esfumaron, y ella corrí a la habitación  en busca mía.  Esa noche, quería que hiciéramos el amor y sus palabras tiernas habían regresado. Pero yo, no creía en ninguno de sus actos. La mire a los ojos y le dije;  Mariana  sé que eres amante de Nicolás, hoy los vi.  Ella, quien se había puesto pálida, intentó explicarme, lo inexplicable.  Me pidió perdón, y quiso que volviéramos a intentarlo.  Quiso detenerme, pero no quise seguir escuchándola, y salí de casa.

Comprendí, que ella  había soltado mi mano, por unas monedas.

Yessika Rengifo